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80. Ellos... (Devastadoramente hermosos)

Posted by Juan K Peña on martes, agosto 17, 2010 in , , ,

Hace tanto tiempo que no respiraba, boca arriba, agitada, extasiada, asustada, contenta, fascinada, con su respiración entrecortada, ansiosa, apretando los dedos de los pies y estirando los de las manos, como si la entrada a la atmósfera de un mundo de felicidad le empezase a quemar el pecho. Hace tiempo que él no respiraba de adentro hacia fuera, tomando el aire de si mismo, y repartiéndolo hacia todo ser viviente que se encontrase cerca, él producía aire para todo prójimo cercano, pero la prójima más próxima era ella. El estaba atento, pendiente, alerta, misterioso, en completa tensión desde un relajamiento absoluto, listo para dispararse, hombre bala de emociones que iba a encontrarse con un pecho que no estaba listo para nuevas heridas… Es bueno estar listo para nuevas heridas, porque significa que ya estamos sanos.

Hay una cálida espera. Intercambian palabras, miradas… Se dicen te quiero y sonríen. A través de la ventana se perciben los últimos rayos de sol que regalan sombras que esconden dos estructuras perfectas dispuestas a encontrarse. ¿Perfectas has dicho? ¿Según quién? Según el momento, según el lugar, según el amor… Segundo a segundo lo único que falta es que en la sintonía de las respiraciones empiecen a entenderse.

En la calle un perro ladra a alguien que pasa. Un coche parece frenar en la esquina y volver a arrancar, salvo esos sonidos esporádicos se podría decir que la ciudad se ha olvidado de ellos dos. ¡Por fin! Pero no, porque siempre hay gente que los recuerda. ¿Son perfectos.. o no? ¿Según quien...? Si no fuesen perfectos, serían fácilmente olvidados y ambos tendrían la tranquilidad que tanto añoran. Suspiran, respiran, transpiran, inspiran…. Suspiran a dos segundos de besarse, respiran sus propios cuerpos, transpiran su propio sexo, inspiran a seguir el ejemplo.


Hace dos horas ella no estaba. Y él se levantaba y caminaba rápidamente hacia el refrigerador, lo abría como buscando algo que simplemente no iba a encontrar. Talvez intentaba hacer tiempo hasta que ella llamase.. ‘Amor, en cinco minutos estoy en la parada’... Talvez él solo esperaba encontrar algo tan delicioso en el refrigerador, como lo que ambos están a punto de probar.

Dos horas después están ambos, boca arriba. Ella gira lentamente y se acurruca de lado, y el pone su mano en la cabeza y hablan por teléfono. Él desborda dulzura y ella aprueba con leves murmullos, como si le faltase la respiración, o como si las palabras sobrasen. Es un lenguaje que solo ambos entienden. ‘Cómo estás?’ ‘Mejor que hace meses’.

Pero entre esas cuatro horas de diferencia ambos esperan el venir del otro, sabiendo que se encontrarán, que chocarán y serán capaces de ir más allá de cualquier punto alcanzado en otras vidas, otros momentos, otros rumbos e inclusive que en otros amores, de esos que se escriben con minúsculas y que no importan, porque en su Amor, nunca habían llegado así de lejos. O talvez, sí, pero de una forma totalmente distinta, porque en su Amor, todo es nuevo, todo es por primera vez, inclusive aunque se repita. Nunca fueron invitados al lugar que han llegado, porque llegaron por sí solos, y nadie, si no ellos mismos se esperan. Nunca llegaron al lugar al que se dirigen, porque nadie los espera ahí tampoco. Solo sus proyecciones futuras habitan ese lugar, y ellos llevarán todo aquello que consideren el equipaje adecuado.

‘Soy tan humano y estás tan diosa’. ‘Eres tan perfecto y me siento tan imperfecta’ ‘Somos tan puros y estamos tan lascivos’ A ellos el miedo los envolvía, y el amor los desenvolvía entre besos tajantes, cortantes, penetrantes, extensos, duros, suaves, húmedos, secos, cansados, irresistibles… Ellos, juntos, borrando cicatrices, curando heridas para siempre, son devastadoramente hermosos.


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