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65. La verdad sobre mi última relación

Posted by Juan K Peña on jueves, julio 16, 2009 in , ,
Hay que decir las cosas como son: Suzannah me gustó por bonita, por tener un rostro lindo, y punto. Alguna vez dije que a las bonitas tiendo a perdonarles los errores no forzados. Pero no sabía que también tendía a encontrarles virtudes que no tenían. Creo que es algo perfectamente normal. Los hombres solemos pensar que una mujer físicamente bonita puede ser inteligente, interesante, divertida y psicológicamente sana, que son cuatro cualidades difíciles de encontrar en una persona hoy en día. Sea bonita o no.

Ahora bien, Zannah no era ni tonta, ni aburrida, ni amarga, ni estaba loca, pero tampoco destacaba por su brillantez, ni era tan divertida, ni tenía una conversación entretenida. Estaba psicológicamente en buenas condiciones, pero aparte de la belleza de su rostro, no es que se tenía alguna otra cualidad que en verdad yo pudiera encontrar atractiva.

De hecho, la única virtud por la que destacaba terminaba fastidiándome: Era buena con todo el mundo.

Ser bueno con todo el mundo nunca es buen negocio. La bondad en sí no es mala, lo que es malo es el ser bueno de de cara a la galería, más por el temor de quedar mal con alguien, que por convencimiento de que le nace hacer lo que está haciendo. Esto muchas veces lleva a herir susceptibilidades, a confundir afectos, a tropezarse con la boludez propia y atraer la ajena, y también a un alto grado de indefinición hacia lo que en realidad es importante para uno. Todo esto se envidenciaba en su forma de hablar cuando la palabra que más pronunciaba era ‘perdón’. Si se le ocurría escribir una canción esta pudo haberse llamado ‘Sorry seems to be the easiest word’.

No creo en las coincidencias, pero si en las señales y en este caso todo parecía señalar que debíamos estar juntos. Cumplimos años el mismo día, nos gustaban las mismas cosas, nos entendíamos bien en lo superficial, se nos veía muy en sintonía y una serie de eventos que nos ocurrían nos recordaban constantemente al uno del otro.

- Este fin de semana fui a la selva. Vi un escorpión en la pared, me acordé de vos.- Decía ella, por el signo del zodíaco.
- Vi el arcoiris y pensé en vos
- Decía yo.-
- Es curioso, mi mamá me llamaba ‘Rainbow’, cuando era chica. (Arcoiris en inglés).

No fueron ni tres, ni cuatro, sino una larga lista de eventos inexplicables que inevitablemente nos tenían pensando el uno en el otro la mayor parte del tiempo. Sólo que ninguno de los dos terminaba de verla clara. Ella era demasiado simple para mí. Yo era demasiado complejo para ella. Complejo, no complicado. No es lo mismo. Simple, no fácil, tampoco es lo mismo.

La química empezaba a aparecer a base de estas extrañas eventualidades que nos acercaban y a la diferencia de edades que provocaba una sensación de seguridad en ella y un toque de energía en mí.

Salimos algunas veces antes de decidirnos por mantener una relación, prácticamente a escondidas, porque sentimos que había una incómoda presión por parte de terceros. Se vinieron demasiadas preguntas, demasiadas averiguaciones, demasiados ‘yo-opinos’ y ‘yo-creos’ que hacían pensar que estuviésemos hablando de Cristiano Ronaldo saliendo con Elsa Pataki. ¡Y no! ¡No era así! Se trataba de dos personas que nos gustaba mantener un perfil más bien bajo. Su timidez congeniaba bien con mi hermetismo. Pero ella empezó a sentir una presión inusual cuando empezaron las preguntas: ¿Te gusta Juanka? ¿Cómo pasaron la otra noche? ¿Qué hicieron? ¿Qué comieron? ¿Qué te dijo? ¿A dónde fueron? ¿Te gusta Susanne? Nunca antes quisieron saber nada de mi vida, y ahora querían saberlo todo… No lograron aprenderse su nombre, pero querían saber si yo le gustaba y cuánto… ¿Es mi impresión, o algo raro estaba pasando? El secretismo que usamos para proteger una relación que nación débil, prematura e insípida se había vuelto en nuestra contra activando la curiosidad y el morbo de nuestro entorno.

Suzannah puede ser definida como una ‘chica- helado’, era tan dulce como fría. Y yo, que me rehusaba a pensar en ella como una persona fría me dedique a generar calor a base de cortocircuitos en su forma de pensar y de sentir para que empezase a dejarse llevar por la necesidad de calidez que ella sentía dentro de su alma. Ella cambió para bien, entendió que las cosas podían ser diferentes para bien, que podían ser mucho mejor de lo que ella estaba acostumbrada.

Sin embargo, esa maldita manía de ser buena con todo el mundo, esa molesta forma de aceptar cualquier plan sin importar de quien venga y de decir sí cuando quería decir no podía ser una combinación explosiva con mi poca paciencia ante la molesta intervención de terceros.

Seamos más claros: Yo me comí el amague y caí en la trampa. Arruiné lo que yo mismo había planificado como una noche mágica para su despedida. La arruiné mal, porque soy consciente que pude haberla arruinado bien, pero eso es otra historia, que algún día contaré.

Vale la pena reconocer mis errores. Fue la última vez que mis impulsos me perdieron. Soy mucho más equilibrado ahora. Me sentí obligado a actuar así porque con ella siempre sentía que tenía el tiempo en contra. Aparte de que su estadía en el país era temporaria, también tenía el defecto de mirar el reloj cada cinco minutos, algo que no se debe hacer si uno está pasándolo bien.

Desperdicié mucha energía y gasté demasiado tiempo. Me duele más por el tiempo, porque no vuelve más.
También reconozco que dí demasiado. ¿Cuándo todo lo que uno da es demasiado? Cuando la otra parte da mucho menos de lo que puede, cuando no quiere dar, cuando no sabe como hacerlo… Aquí solo tengo un justificativo. No sé otra forma de hacer las cosas.
Fui en exceso paciente. La paciencia se vuelve excesiva cuando cae en la permisividad.
Perdí serenidad ante la presión de los tan mentados terceros. Insisto, era más joven y más impulsivo, La presión me fastidiaba.
No es buena idea apostarle a quimeras. Esta vez se me ocurrió hacerlo y perdí.

Algunas personas dijeron que yo estaba muy enamorado. Falso. No estaba ni muy, ni enamorado. Algunas personas dijeron que yo era un tipo impulsivo. Falso. Solo que no soy boludo. Algunas personas dijeron que había perdido a la mujer de mi vida. Falso. Todavía no nos encontramos con ella. Algunas personas dijeron que ella se olvidaría de mi pronto. Falso. Aún le toma tiempo. Aún siente esa corriente eléctrica en su cuerpo cada vez que se acuerda de mí. Algunas personas dijeron que ella no valía. Falso. Valía más que aquellas personas. Algunas personas quisieron darle una importancia épica. Falso. Suzannah estaba muy lejos de ser Helena de Troya. Y definitivamente, yo soy Odiseo, no Menelao.
Algunas personas se equivocan constantemente.

Esta es la verdad sobre ‘mi última relación’. Sé que no es precisamente una carta de presentación. Me sirve para saber lo que no quiero que se repita.

2 Comments


Solo decirte..querido amigo,que tb soy de las que dice perdon a toda hora..y puede deberse a varios factores: 1) como toda la vida te lo han dicho para hablarte o dirigirse a vos,no cuesta nada devolverlo...2) en lo laboral,teacostumbras cdo hablas con tu jefe,por ej,o compañero de trabajo,le dices "perdona" que te hago tal pregunta,porque le estas interrumpiendo de su tarea y eso es para decir disculpas,le sacas de su tema, por otro lado y el mas simple puede que haya sido(ella)tan educada, politica y dulce y que crea que la buena onda que uno tira,vuelve,y siempre es mejor ser amable con los demas y suave...
Despues de todo yo tb soy una "chica helado" Me encanto!!


Siempre te imaginè un poco chica-helado, pero era antes de conocerte. Te veo como una mujer muy cálida, se nota en tu ser mama-leona con tu Gero.

Lo de decir perdón: Una cosa es la educaciòn y otra es caer en lo que en el tenis se llama 'alto porcentaje de errores no forzados' :P besos

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