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34. Sobre la perfección masculina (Part I)

Posted by Juan K Peña on viernes, agosto 22, 2008
Nos separaba un océano, pero la distancia entre los dos se había hecho mucho mayor. La catalana ya no me quería y era evidente. ¿Se puede mantener una relación a la distancia? ¡Claro que se puede! Pero es una labor titánica, agotadora, y generalmente el esfuerzo rara vez se ve compensando.

Supongo que Carla debió haberlo pasado muy mal. Seguramente, le tomó mucho tiempo decidir que debía ponerle un punto final a nuestra relación (o cuasi-relación… whatever!). No sé si a la final ella fue más valiente, pero si fue mucho más práctica. Claro, lo que me sentó mal fue lo de a rey muerto, rey puesto. El detalle nada sutil de ponerse de novia de su mejor amigo el día de mi cumpleaños, a solo 10 días de haber cortado conmigo fue un golpe por debajo del cinturón.

Esto pasó hace ya siete años, pero creo que vale la pena recordarlo, porque aunque no me considero una presa fácil el día de hoy, en ese momento estuve a merced de mi cazadora. Generalmente, las relaciones tienden a deteriorarse porque uno deja de hacer lo que funciona. Dejamos de decir lo que decíamos, de hacer lo que hacíamos al principio, de reírnos como antes, de escucharnos y hablarnos como antes… Creemos que lo que se conquistó una vez, no necesita ser refrendado… Y entonces caemos. Y entonces, salimos a buscar en la calle lo que no se nos ha perdido.

Es sencillo. En esa época era joven y estúpido. Dejé que Carla me convirtiese en un tipo predecible y dependiente, lejano a lo que me había estado proyectando. Obviamente, ella empezó encontrarme así de predecible y así de dependiente. Dejé de ser estimulante. Cuando la persona que queremos deja de ser estimulante… Uno deja de ser uno mismo.

Carla se dedicó a buscar el que yo era en otros hombres, y creo que me encontró en su mejor amigo. ¿No es fascinante la paradoja? Me convertí exactamente en el hombre que ella quiso, y luego ella buscaba al que yo era antes, en otros.

La comparación aunque tácita terminó siendo dolorosa. Al estilo de Sex and The City, Carla decidió llamar ‘Mr. Perfect’ a mi reemplazo. Automáticamente, y aunque ella no me bautizó así, me sentí Mr. No-Perfect. Creo que al terminar de la forma que lo hicimos entré en una estúpida espiral de comparaciones con mi sucesor, en la que siempre salía perdiendo, porque es muy difícil hacer las cosas perfectamente todo el tiempo.

Obviamente, terminé superando el problema. El no era tan bueno como ella lo pintaba. Simplemente, Carla estaba experimentando una de las mayores dichas que una mujer puede sentir, como es el venerar a un idiota despreciable. (Citando a Philip J. Fry de Futurama).

¿Cómo lo sé? ¿Visceral como siempre? ¿Injusto?... ¡Alto ahí! Larga historia, corta. Es bueno señalar que lo que relato a continuación es tomado de la fuente original (CC, mi ex).

A la pareja se le ocurrió que no había nada más romántico que regalarse mutuamente una Play Station II, para Navidad. Cada uno tenía la suya. Como la mayoría de hombres que conozco, Perfecto se obsesionó con el Pro-Evolution Soccer. ¡A que ya no es tan perfecto!

Así que, ahí estaba la catalana (no es por ser despectivo, pero me encanta la canción de Memphis, Chau catalana!) sirviendo bebidas y snacks entre los competidores de la Copa de la Perfección, la Liga Perfecta, la Recopa del Todo 10, la Perfect Premier League, y muchas más. Importante decir que los campeonatos, se jugaban en dos ‘canchitas’. Es decir que el regalo de navidad de Carla, terminó en manos de los hinchas a muerte del Pro-Evolution.

Torneos y Competencias se quedó corto al lado del negocio que montaron. Pero, obvio, se necesita tener poca materia gris y sentido común para pensar que una noche de Pro-Evolution es el plan ideal para una chica. No se digan varias tardes y/o noches al mes.

En fin, la pareja terminó luego de un buen tiempo. Cuando Carla quiso recuperar su Play Station, se armó el cuento de nunca acabar:Es que no lo tengo yo, lo tiene fulano, que se lo dio a mengano, que se lo pasó a perencejo,… yo no fui, fue teté,… En la casa de Pinocho todos cuentan hasta el ocho,… Aquí puse y no aparece… Zapatito cochinito, cambia de piecito…, Todo lo que dije no es verdad…, que unos ladrones se robaron el local donde estaban los equipos… etcétera. ¡Pero, por favor! Por lo menos quinientos cincuenta mil hombres habíamos superado y con creces al modelo mismo de la perfección masculina. (Perdón! Per-dón! Me considero re masculino, pero bajo ningún concepto creo que sean conceptos compatibles la perfección y lo masculino… De hecho lo que más se acerca a la perfección es la femineidad).

Breves conclusiones


1. La perfección masculina es un invento. Un hombre que alcance la perfección se volvería loco, o sería aburridor. Lo perfecto es predecible, y lo predecible es aburrido. Con la mujer es distinto, porque mientras más se acerca a la perfección una chica, más torpe se vuelve el hombre común para predecir lo que va a pasar.

2. Si bien mi relación con la catalana fue difícil, dada la distancia que nos separaba, nunca fue una ‘tortura’ y menos se basó en la indelicadeza.

3. Nunca pretendí la perfección en ninguna de las chicas con las que he estado, o que he querido estar. De hecho, prefiero que tengan algunos defectos específicos sobres los que no voy a insistir hoy.

4. Odio el Pro-Evolution.
5. ¡Dije en el primer punto que la perfección masculina no existe! Me gusta el EA FIFA en todas sus versiones.

6. Nunca organizaría un campeonato en mi casa, y menos me aguantaría ver a mi mujer o novia de mesera en una de esas reuniones.

7. Si tuviese novia, no pasaría tanto tiempo en jueguitos de video.

8. ¿Regalarse las mismas cosas por Navidad? ¿De dónde salió esa idea? ¿Sesame Street?

9. ¡Las cosas de la novia no se presta ni a los hermanos de uno! Y mis cosas… se prestan a la novia, pero… de mala gana… jajaja.

10. Mi moral, mi autoestima, mi valor no la dictan ni mis antecesores, ni mis sucesores. Yo valgo por lo que soy y soy re groso. (Lector, repita el punto diez, diez veces antes de dormir, y diez al despertar).

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